La proliferación de mitos en torno al pan y una dieta
alejada de los patrones tradicionales ha propiciado una percepción errónea de
este alimento básico.
Solo o acompañado. Blanco o integral. Hay un tipo de pan para
satisfacer cualquier gusto. Es uno de los alimentos más universales pero al
mismo tiempo recaen sobre él gran número de leyendas y creencias erróneas.
En la actualidad, su consumo está relacionado de forma
injustificada con una serie de aspectos negativos, en especial, cuando se trata
de adelgazar. El saber popular afirma que el pan engorda mucho, se prescinde de
él cuando se "hace dieta" o se piensa que la miga engorda más que la
corteza. Los ciudadanos en general tienen la percepción de que los tostados son
más adecuados que el pan cuando se está a régimen y recurren al integral solo
cuando se siguen dietas (de adelgazamiento, diabetes, estreñimiento,
colesterol). Aclarar algunos de los mitos o errores que con frecuencia se
asocian al pan puede servir a muchos para retomar su consumo o para comerlo con
la tranquilidad de que no es enemigo ni de la dieta ni de la salud.
El peso del pan en las dietas de adelgazamiento
Todos los alimentos aportan calorías y el pan no es una
excepción. Su valor energético, en torno a las 80 kcal por cada ración de 30
gramos, no muy excesivo, proviene en especial de su nutriente más abundante,
los hidratos de carbono. Su contenido en proteínas es escaso y, menor aún, el
de grasa. Sin embargo, pese a no aportar demasiadas calorías, es uno de los
primeros alimentos en salir de los menús que tienen como objetivo adelgazar.
Algo demasiado frecuente pero poco acertado.
En esencia, las razones que podrían motivar este error
atienden a los siguientes aspectos:
¿Sabemos cuánto pan comemos? Es habitual comer este alimento
de forma más despreocupada y menos consciente. Al finalizar una comida es fácil
que los comensales recuerden con detalle cuánta carne han comido, o si la ración
de ensalada fue más o menos grande. Sin embargo, recordarán con más dificultad
la cantidad de pan que ha acompañado su comida. Se controla menos el consumo de
pan que el del resto de alimentos. La posible solución se centra en prestar
atención de forma consciente (aquí y ahora) a todos los aspectos involucrados
en la alimentación. Es una conducta más sana que comer sin control y seguir a
continuación drásticas estrategias de privación de alimentos.
No solo importa el pan. El consumo de este alimento,
salvo excepciones, se realiza junto con otros de aporte calórico muy superior
al del propio pan. Normalmente, su sabor es poco intenso, seco y rígido,
características idóneas para servir de soporte a otros más untuosos y de gusto
más pronunciado. De estos alimentos, muchos tienen una cantidad de grasa
considerable (mantequilla, salsas, mayonesa, patés, embutidos, etc.). El aporte
relativo de calorías de estos alimentos que se consumen de forma tradicional
junto con el pan es mucho mayor que el atribuido solo a éste. La solución
pasaría por controlar y ser consciente de qué se come con el pan, más que
prescindir de él en su totalidad. De nuevo: control frente a exclusión.
¿Las tostadas son más adecuadas que el pan cuando se está a
dieta? En ocasiones, en los regímenes de adelgazamiento se sustituye el
pan por tostadas o galletitas integrales. Este cambio puede inducir a pensar
que las tostadas tienen menos calorías, cuando en realidad la cuestión es bien
distinta: a igualdad de peso, la tostada concentra más calorías que el pan. La
razón del cambio radica en que es más fácil de controlar y cuantificar el
consumo de tostadas y galletitas como unidades estándar de peso idéntico. Al
mismo tiempo, al ser más secos, cuesta más tiempo masticarlos y se bebe más
agua. Ambos efectos aumentan la sensación de saciedad.
En resumen, antes que eliminar el pan de la dieta, conviene
hacer un consumo consciente, con el fin de mantener unos hábitos alimentarios
acordes con la tradición gastronómica y disfrutar con la comida.
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